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UN TÉ SANADOR

Paz y bien hermanos.

Así como las abuelas solían salir a la pradera o a su jardín en busca de las hierbas medicinales, y al retornar hervían agua para preparar el té, la medicina que aliviaba y retornaba la sonrisa en el rostro, así también los oprimidos, los cansados, los pobres, los tristes, los agobiados, los enfermos, los engañados, los insultados, los que han perdido el camino, ven la sanación, la medicina, el aliento y la fuerza en la palabra de Dios que diariamente esparce su aroma medicinal, sobre quienes en ella confían, quienes en ella buscan la infusión sanadora y alentadora.

¿Crees que eres bienaventurado? ¿Llevas bendición o sanación a tu familia? ¿Eres instrumento de paz?

Porque Jesús ha prometido llevar, como la hacen las abuelas con su cariño, su conocimiento y su paciencia, un té sanador, que lo cura todo, lo puede todo y lo arregla todo. Un té que ha preparado con su sacrificio por la humanidad, con su amor por los más necesitados, con su obediencia al plan de Dios Padre, con su presencia en el defensor y paráclito que nos ha dejado.

Jesús deja para todos una infusión de bienaventuranza, de gozo de alegría, de esperanza, de consuelo, de paz y de misericordia para todo aquel que baje su cabeza, sus pretensiones personales, que abandone sus sueños personales, sus ideales y filosofías, sus convicciones humanas, y acoja en su corazón la palabra de Dios y la misericordia como único principio y fin de todo.

Jesús vierte en la copa de la vida de cada individuo, ese te sanador, a quienes se acercan a su viña con mansedumbre, con lágrimas de arrepentimiento sincero, con hambre y sed de justicia, con amor y respeto por los padres, el conyugue, los hijos.

Jesús sale en busca de quienes anhelan la paz, luchan por conseguirla, y la practican en sus mentes, sus corazones y sus acciones diarias. Irriga su bendición sobre los misericordiosos y los llama a todos a ser bienaventurados y mantener sus corazones limpios de todo fracaso, mentira, pasión, obsesión y envidia.

Jesús invita a remar a la otra orilla de la vida, donde crecen los campos florecidos por las hierbas sanadoras para que recojamos todo aquello que pueda llevar sanación personal, familiar y social, todo aquello que pueda aliviar, sanar y curar.

Bienaventurado quien abre sus ojos diariamente con un agradecimiento a Dios Padre, una invitación a Jesús para caminar juntos ese nuevo día y una palabra de confianza y reconocimiento al Espíritu Santo.

Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo

Bendiciones

Mateo (5 1-12a)




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