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UN ROSTRO TRANSFIGURADO

Paz y bien hermanos.

Cuando se mira a la rosa, se ignoran las espinas, cuando se miran las espinas, se teme a la rosa. Es algo así como quien mira hacia el firmamento y se entusiasma y alegra en la belleza de las estrellas, más cuando baja el rostro, se atemoriza al verse a solas en medio de las penumbras que las circundan.

¿Te has sentido atrapado(a) en la vida? ¿Has conocido lágrimas de alegría y también de tristeza y dolor? ¿Has hablado con alguien amigablemente mientras en el fondo le temes?

Hay quienes se levantan al primer rayo del sol y a pesar de la claridad afuera, se sienten rodeados de penumbras, de dolor, de angustia. Hay quienes salen de sus casas hacia el trabajo, la escuela, la faena, la rutina, más su corazón, su mente, su vida, han quedado atrapadas en el interior del hogar, del hijo, del enfermo que dejan atrás. Hay quienes se acercan de rodillas a Dios, en busca de luz, de paz, de consejo, mas sus ojos miran a otros y no a Dios, sus mentes divagan en torno a todo, menos en Dios, sus oídos, se hallan cerrados, su corazón oprimido, su vida enterrada y su existencia alejada de la voz de Dios.

Jesus oraba porque sin la oración, no había en su existencia, ni luz, ni guía, ni consejo, ni fuerza, ni plan. Jesus ayunaba, porque sin ese pequeño sacrificio, no se construía la capacidad para otros más grandes. Jesus escuchaba, porque sin hacerlo, no hubiese podido atender las peticiones terrenales, sin antes seguir las instrucciones celestiales. Jesus preguntaba, porque para sacudir las mentes dormidas, despertar las almas sometidas, animar las oprimidas y estimularlas hacia la vida, necesitaba sondear, escudriñar y aclarar, si aquellos rostros buscaban en realidad la vida o pretender vivir, en medio de la oscuridad, las retoricas y las teorías.

Jesus te invita a cambiar tu rostro confundido, o extraviado, o indeciso, o triste, o iracundo, o golpeado, por uno transformado por el Padre Celestial, que no mira lo superfluo sino lo verdadero, no se detiene en lo aparente, sino en lo importante, no miente con sonrisas, sino sonríe ante los retos y las mentiras de la vida.

Un rostro que se acerca al agua, tan solo se refleja, más para mojarse, necesita de la mano que el agua le acerca. Un rostro que se acerca a Dios, es iluminado, bañado, sumergido en su presencia, porque es Dios quien sus manos extiende para bendecir a quien en El deposita su existencia.

Ora, medita, ayuda, sirve, sacrifica, entrega y abraza, para esculpir un nuevo rostro en tu vida, para sembrar una sonrisa, y grabar tus huellas en la vida de necesitados, pobres, enfermos, inválidos, solitarios, tristes y abandonados.

Que tu vida refleje a Dios, y tu perseverancia te acerque cada vez más a su presencia, para que seas testimonio de su amor, su misericordia y su paz, en tu rostro transfigurado.

Bendiciones

Mateo (17 1-9)



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