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TU TIENDA DE CAMPAÑA

Paz y bien hermanos.

Cuando caían fuertes tormentas con rayos y fuertes vientos, el temor nos reunía como hermanos a refugiarnos bajo una tienda de campaña improvisada en el cuarto con nuestras cobijas y sabanas. Adentro teníamos una pequeña luz y algo para comer. Allí reíamos y disfrutábamos de una alegría inolvidable, sin percatarnos de la tormenta ni haber sentido temor alguno.

Hay niños que llevan de la mano a sus padres a su casita de campaña en cuyo interior están muchos libros que desea les lean y en medio de abrazos, besos y risas comparte con ellos uno de los momentos más importantes de su existencia. Un tiempo de intimidad a solas con quienes más ama.

¿Haz acampado alguna vez en tu vida? ¿Qué es aquello tan importante que necesitas y llevas a tu campamento? ¿De qué tormentas o situaciones te aleja el campamento?

Dios mismo quiso tomar de la mano a la humanidad e invitarle a acampar con Él. Dios se queda a acampar con la humanidad al crearle a imagen suya. Se queda a acampar haciéndose palabra en los labios de otros, en las manos, en las huellas, en los milagros. Dios se queda a acampar en la zarza ardiente, en la nube, en la brisa en los ángeles, en los profetas y en los sacerdotes. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno, es el Señor, dichoso el que se acoge a él. Entonces, Dios hace campamento en la vida de toda la humanidad enviando a su hijo Jesús a vivir con nosotros y la palabra de Dios se hizo carne. Y muchos no creyeron, rechazaron al hijo y no le permitieron hacer su morada terrenal en sus vidas. A ellos Jesús les dijo: No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día.

Jesús como los niños, con las cobijas y frazadas de la humildad y la misericordia, construyó su tienda de campaña e invitó a quienes más ama a entrar en ella para compartir con ellos la palabra de Dios, y así poder abrazarles y enseñarles a no temer a las tormentas de la vida y a desterrar la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda la maldad. A ser buenos, comprensivos, y a perdonarse unos a otros como Dios les perdona.

Jesús hace su última morada en la humanidad, con las migajas de pan que sobraron de la multiplicación de los panes, con las migajas de pan que caían de la mesa del rico para alimentar a Lázaro, con las migajas de pan que cada familia comparte, regala, entrega. Con las migajas de pan que Dios deja caer del cielo como el mana que alimenta el hambre de su pueblo en el desierto de la vida.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo

Jesús vive día a día entre nosotros, acampando en el pan al cual Él le da vida, y a través del cual acompaña a su pueblo creyente en la tarea de llevar su mensaje por todos los rincones del mundo. Acampa tu vida en la palabra de Dios y refugiate de las tormentas bajo el velo delicado y sereno de la oración. Y Jesús vendrá a acampar contigo para alimentarte y fortalecerte en un trozo de pan que es su carne y un poco de vino que es su sangre.

Bendiciones


Juan (6 41-51)



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