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SI TU CALLAS, LAS PIEDRAS HABLARAN

Paz y bien hermanos.

Todos conocemos a alguien que fue nuestros ojos, porque aunque veiamos, no comprendíamos. Fue nuestros pies, porque aunque con piernas no sabíamos caminar. Fue nuestras manos, porque aunque las teníamos, no las sabíamos ni usar ni coordinar. Fue nuestra voz, porque aunque lengua y boca poseíamos, el lenguaje no conocíamos y no nos podíamos comunicar.

¿Eres tu una de las personas, que ha hecho algo por alguien en tu vida? ¿Te gusta ayudar a otros? ¿Qué te es más fácil: dar o recibir?

Hay muchas maneras de ser útil en esta vida. Porque ayuda quien dice si, a quien ama y a los hijos que trae a el mundo. Ayuda quien piensa en hacer el bien y actúa correctamente para que otros también sean felices. Ayuda quien ora por otros o quien les aconseja, aunque no les conozca. Ayuda quien no ignora el dolor ajeno, quien busca formas de ayudar y rescatar al pobre, de educar al analfabeta, de abrazar al solitario, de guiar al ciego.

Hay muchas manos invisibles que hacen llegar alimentos a damnificados, construir escuelas u hospitales, tocar mentes y corazones lacerados por la guerra, las catástrofes, la miseria. Ayudante es quien dice si, a pesar de no poder, dice si aunque no sabe cómo, dice si porque confía que Dios le dará las fuerzas y formas de hacerlo.

Jesús, dijo si a su padre y por eso Dios dijo de Jesús: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.»

Tu y yo, y todos quienes tratamos de llevar al mundo más luz, más paz, más amor, más alegría de una u otra forma decimos si a Dios y a su plan para la humanidad. Y de nosotros dice Dios: “Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

Hay pobres millonarios, quienes sin tener lo dan todo. Hay millonarios muy pobres, quienes teniendo, carecen de felicidad, de paz, de amor. Para ayudar no hace falta tener sino querer. Para ser manos para alguien no hace falta tenerlas sino desear serlas. Cuando la humanidad dice no a Dios, las piedras hablan, los cojos caminan, los ciegos ven, los mancos abrazan, los pobres enriquecen vidas y Dios se hace presente.

Para ser siervo y ayudante de Dios, no hace falta fe, sino deseo de servirle a pesar de no tener que ofrecerle, más que la misma vida que corre por las venas y el aire que alimenta los pulmones. Dios no necesita más. Por eso nos dice en su palabra: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea".

Pensar en tener para dar, es dejar de dar lo que ya se tiene, aunque sea nada. Dios busca corazones, no personas, busca seres dispuestos a entregar lo que no tienen y que buscan a quienes necesitan, para poder darles a Dios.

Deja que el amor de Dios lleve tu vida hacia el campo fértil donde Él podrá usar tu existencia para cultivar y alimentar a quienes nada tienen, y a ti mismo.

Ayúdate para ayudar a Dios y Él te dará las manos que necesitas y fertilizará tu corazón para que mientras lo hagas, y en su nombre, bendigas.

Bendiciones

Mateo (3,13-17)



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