SEPARA TU VIDA DE LA MUERTE
Paz y bien hermanos.
La vida es una cadena de eventos entrelazados, que van más allá de lo evidente. Son nuestros atributos humanos una mezcla de un padre y una madre y también de un abuelo y una abuela, y de algún otro ancestro. Nuestras actitudes, pensamientos, y acciones son un reflejo de alguno de ellos. Somos árboles cuyas raíces no vemos, nos erguimos en la vida con ramas de diferente grueso y resistencia, algunas cedieron a los tiempos y se quebraron, otras soportan el peso de muchas otras ramas. En nuestra existencia hay hojas marchitadas por las penas y los dolores, y otras lastimadas por el paso del tiempo y sus inclemencias. Otras verdes y rejuvenecidas enaltecen su belleza, mientras algunas son vestigio del otoño y el invierno de nuestra vida.
Es que el pecado se acerca a nuestra existencia, convive con nosotros, se alimenta de nuestra vida para existir, crecer y multiplicarse. Es una peste, una enfermedad, un parasito que está en la oscuridad del universo y arrastra uno a uno, a individuos, a personas, hacia ese mismo vacio existencial.
Dios, te permite co-habitar con el pecado, y te llama, como un día llamó al universo, a separaralo de la oscuridad. Así como separó las aguas de la tierra y las dos cohabitan,que aunque se tocan, no se lastiman, no se mezclan, solo existen, asi Dios te llama a separarte del pecado.
Dios ha hecho al ser humano, carne y espíritu, mas dice claramente: Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros.
Por eso mismo Dios separó, la vida de la muerte y dejó un abismo entre ellos. Más Dios es luz, espíritu y vida, y llama a sus hijos a también serlo. Quienes han decidido vivir en la oscuridad, están muertos, solo existen. Dios envió a Jesús, para rescatarlos de tal suplicio.
Jesús, es el camino, es la verdad y es la vida misma. Quienes le siguen no quedaran defraudados. Jesús les dice: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de ellos, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel
Permite que Jesús entre en tu corazón, para que saque las tinieblas de tu vida, alivie tus aflicciones, repare tus ramas quebrantadas, te pode y te lleve a dar frutos de paz, alegría y amor.
Permite que a través tuyo comience la sanación generacional, que sanen tus hijos, los hijos de tus hijos, y que cada uno de ellos crezca con la mirada y los ojos de Jesús, que recibirás cuando entregues tu corazón a Dios.
Conviértete y cree en el evangelio.
Entonces, dile a Jesús:
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Bendiciones
Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45)
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