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NO MUERDAS EL ANZUELO

Paz y bien hermanos.

Le ofrecí una sonrisa a un niño y él se abalanzo sobre mí a abrazarme. Le extendí mi mano y el niño la tomó y quiso que camináramos juntos. Le conté un cuento y me pidió que me quedara a vivir con él. Compartimos un helado y el compartió sus sonrisas, sus palabras amorosas, sinceras y llenas de la inocencia y la verdad de sus años.

¿Has alimentado tu vida con algo que no sea pan? ¿Has recuperado fuerzas en el camino con algo que no sea alimento? ¿Has logrado reanimar a alguien sin darle nada más que tú presencia, tu consejo, tu amor y tu amistad? ¿Con que compras pan, para que otros coman?

Los peces persiguen el mendrugo de pan, la carnada, que se agita ocultando el anzuelo y cuando logran conquistar tan reñida faena, caen en cuenta que no ganaron sino que perdieron todo lo que tenían, porque aquello que les prometió un bocado, no era más que aquello que les quitó la vida.

Las personas deambulan por el mundo buscando como los peces un pedazo de pan, un poco de alimento, trabajan por conseguirlo, luchan por obtenerlo, sacrifican vida y existencia por lograrlo. Para muchos el éxito se convierte en trabajo, cuando el propósito logrado termina siendo una trampa mortal, cuando la fama y el poder que finalmente llegan a su senda, les aplastan, les roba la integridad, la verdad, la armonía, el amor, la paz, y cual anzuelo, les atrapa y arrastra por un océano de tempestades y problemas, que poco a poco les exprime, les quita la respiración, les roba el mundo, les aísla, les deja a la deriva y atrapados irremediablemente.

El pan que la humanidad ha venido buscando con tanta ilusión, solo quita el hambre del momento, solo provee alivio temporal. Jesús llega a la vida de toda la humanidad, no para quitar el hambre cotidiana, sino para alimenta el espíritu que desfallece y perece. Jesús extiende su mano hacia la humanidad para que ella como los niños, corra a su encuentro y busquen caminar con Él, el resto de sus vidas.

Jesús puede multiplicar el pan y el pescado de tu alacena, más que ganarías con ello si eso mismo puedes tu lograr con solo trabajar. Jesús, más bien busca multiplicar el pan espiritual y enseñarte a pescar la felicidad, la paz, el amor para que nunca te falten y se multipliquen tanto que logres tener en abundancia para que como Él, llenes la vida de otros del amor de Dios. Que al final de tu día, puedas recoger los pedazos que han sobrado, para que nada se desperdicie.

Jesús te sonríe cada mañana, corre a su encuentro y abrazalo por el resto de tu día, para que como sus discípulos recibas no solo tú alimento diario, sino el motivo principal para ser tú el alimento para tu familia y para otros a lo largo de tu día.

Con confianza digámosle a Dios:

Los ojos de todos te están aguardando,

tú les das la comida a su tiempo;

abres tú la mano,

y sacias de favores a todo viviente.

Bendiciones


Juan (6 1-15)



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