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NACISTE PARA DAR

Paz y bien hermanos.

Cuando alguien mantiene una puerta abierta para que otro pase, hay una mirada y una sonrisa de agradecimiento que no necesita palabras. Cuando alguien recoge algo que se ha caído al piso, y lo devuelve a su dueño, también. Cuando hay un accidente de tránsito y las personas se bajan de sus vehículos para saber si todos los ocupantes están bien y se unen manos diferentes para sacarlos de entre los hierros retorcidos, todos se rodean de un espíritu de apoyo, ayuda y entrega desinteresada por quienes ni conocen.

Cuando hay un incendio, los equipos de auxilio empiezan a llegar y tanto voluntarios como personal entrenado arriesgan sus vidas por salvar la de otros, indefensos y atrapados. En el fondo todos se llevan la satisfacción de haber sido útiles.

¿Has dado algo de ti a alguien desinteresadamente? ¿Te ha ayudado alguien en tu vida? ¿Conoces a alguien que se sacrifica por los demás?

Estamos hechos humanamente para el sacrificio. Para ayudarnos los unos a los otros sin pedir nada a cambio. El ejemplo lo da la naturaleza toda, que se sacrifica por nosotros. ¿Y nosotros por quién? Llegamos al mundo debido a que nuestros padres se han sacrificado para que así sea.

Nuestra senda estará marcada de lo que recibimos y de lo que damos. Una vida plena, se mide no por el número de años, sino más bien por la cantidad de aportes, de sacrificios, de entregas desinteresadas a quienes nos rodean y a la naturaleza misma.

Jesús, es hoy el más grande de los seres humanos, porque su vida se concreta y se resume en los tres años que dio, compartió, sacrificó, oró, alimentó, alivió, entregó y sanó, a quienes sin conocer, el Padre puso en su camino.

Así como las pocas horas de vida de un bebe, los pocos días, semanas o años de un ser dejan marcadas profundas huellas en la vida de sus seres queridos. Entregaron mucho. Así mismo, los pocos años que Jesús vivió haciendo públicamente la voluntad de Dios, son los que arrastran, hablan y transforman la vida de quienes son tocados por su sacrificio.

Porque Jesús, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

De ello, Jesús mismo dijo: El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Pon tu confianza en Dios, Padre celestial, para que su misericordia, su amor, su presencia transforme tu vida en un campo de cultivo, donde tu esfuerzo y tu sacrificio, plante la fe, la alegría, la sanación en tu existencia en la de quienes Dios acerque a tu vida.

Al llegar al final de la cuaresma, estaras fertilizado y se inicia la primavera de tu vida en Cristo Jesús. Que crezcas en Él y des frutos en abundancia para la gloria de Dios.

Bendiciones

Mateo (26,14–27,66)



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