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MODIFICA TU VUELO

Paz y bien hermanos.

Bajo uno de los arboles del jardín, cuelga una pequeña jaula metálica que alberga en su interior alimento para las aves.  Ellas, de diferentes colores y tamaños se acercan a la jaula y detienen su vuelo lentamente hasta anclar sus patas en la estructura para poder así con el pico extraer un poco de alimento.  A algunas aves les cuesta trabajo efectuar esta maniobra porque tienen que suspenderse en el aire y antes de caer, asirse a la jaula para poder alimentarse.  Otras, les es imposible y terminan por desfallecer y abandonar la tarea sin probar alimento alguno.  
Jesús vino a la vida de los seres humanos a traer alimento que no perece, luz que no se agota, agua que calma la sed para siempre, vida en abundancia que no termina, paz y gozo interior como primicia de la felicidad eterna, porque todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo, para recibir el premio o el castigo por lo que hayamos hecho en esta vida. Jesús, salió por los caminos a instruir con su palabra, a tocar con su presencia, con su amor, su bondad, su comprensión a todos quienes fueran capaces de detener su vuelo egoísta, ufano, altruista.  A todo quien fuese capaz de abandonar sus caminos y aprender a comer del mensaje que Jesús portaba consigo. 
Jesús vino a sanar a quien fuese capaz de dejar su pecado, su mente sucia, su corazón oscuro, su mirada obscena, sus intenciones malévolas, sus palabras soeces, y cambiar su vida por una de servicio, de apoyo, de claridad, de verdad, de honestidad, de pureza, de inocencia y nobleza.
Jesús salió al encuentro de todos, sin excepción, sin exclusiones, según se lo pidiera su Padre, y abrigó, cubrió, arropó, protegió, ungió, socorrió, comprendió, y amó, a todos y cada uno de quienes le permitieron su abrazo compasivo, su misericordia, su promesa incondicional, su vida de entrega y sacrificio. 
En aquel entonces y aun hoy día, no todos modificaron el vuelo de sus vidas, no todos cambiaron sus maneras, actitudes y pensamientos.  No todos han aceptado el mensaje de Dios a través de Cristo, no todos han permitido que el alimento que ha caído del cielo toque sus mentes y corazones, porque para hacerlo hay que convertirse, hay que cambiar, hay que sacrificar, hay que entregar, hay que amar, que comprender, que apoyar, que sacrificar, y hay que perseverar en los cambios y promesas. 
Se crece con la oración diaria, con el estudio de la palabra de Dios, y con la fe, la cual es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.»
Por eso: 
El justo crecerá como una palmera,
se alzará como un cedro del Líbano;
plantado en la casa del Señor,
crecerá en los atrios de nuestro Dios

Bendiciones


Marcos (4 26-34)



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