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LANZA TU RED DE NUEVO

Paz y bien hermanos.

Las montañas exhalan el aroma limpio de la lluvia que ha caído sobre sus laderas. Vestidas de un verte limpio, la naturaleza una vez derrama su mensaje sanador sobre la humanidad. El Arco iris que aparece oculto entre las colinas y cayendo suavemente sobre las praderas, envía un mensaje reparador para todos. Así como después de la tormenta viene la calma, también así mismo después del pecado viene la búsqueda de la sanación. Después de la caída, viene el deseo de levantarse. Después del fracaso, nacen nuevas fuerzas para no dejarse vencer y continuar en la lucha. Después de cada evento de la vida humana y terrenal, que conlleva tristeza, llanto, desilusión, o desespero, se ilumina la vida interior con una luz irisada, prometedora y arrolladora que invita a levantarse, a no desfallecer, a superar, a vencer. Allí, a la orilla del Tiberiades, en medio de la ardua faena del amanecer, los pescadores recogen sus redes, preparan sus canoas para resguardarse del día de fracaso, sin pesca, sin logros. Y es entonces que como un arco iris después de la tormenta, llega a su embarcación las huellas de Jesús, quien les invita a lanzar sus redes de nuevo. “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes”. Y de aquel instante de derrota nace otro de victoria, otro de apertura, otro de humildad, cuando en aquellos corazones de perseverantes y humildes guerreros, solo nace el agradecimiento y el deseo de reconocer la grandeza de Dios y la impureza del hombre: “Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador”.

¿Y tú, que tipo de persona te consideras que eres, que tan clara es tu vida, que tan uniforme son tus pensamientos, con tus acciones, con tus palabras? ¿Has tenido en tu vida momento de fracaso o dolor que haya terminada siendo momentos de cambio positivo y de fortalecimiento personal? ¿Sabías que sin ser perfecto Dios podría hacer uso de ti y que es de esa labor con Dios donde nace la reparación personal?

Jesús empezó a dejar sus huellas sanadoras a orillas del Tiberiades, al tomar la vida pecadora de estos humildes pescadores y transformalas en vidas renovadas y purificadas por Dios. Donde los labios pecaron, la presencia de Dios entro a bendecir. Donde los hombres dudaron Jesús capullos, ramas, flores y frutos logro producir. Donde los esfuerzos, las intenciones, los deseos humanos fallaron, Jesús con su palabra de esperanza y de consuelo, enseno a creer, a seguir, a confiar y a intentar de nuevo hasta lograr hacer de cada persona pescadores de hombres. Jesús siempre ha sembrado en la vida impura de la persona, en el temor, en la carencia, en la disculpa, en la tristeza, en la incapacidad, una Luz que sostiene, que promete, que acompaña. Una luz que en los momentos oscuros ilumina, en los momentos de duda aconseja, en los momentos de derrota, levanta, en los momentos de pecado toma de la mano y reforma, educa, dirige, e invita a no soltarse nunca más, a perseverar y a descubrir la bondad interior y a arar para remover cualquier mala hierba. Permite que Jesús suba en tu barca y te ayude a descubrir tu potencial, a limpiar tu vida interior, a reencaminar tu vida. Permite que la palabra de Dios sea la luz del arco iris que te ayude en los momentos de tormenta y desesperación. Permite que Jesús tome las redes de tu existencia y te ayude a atrapar más bondad, más amor, más paciencia, más comprensión, más misericordia, más perdón, más humildad, más lealtad para que puedas arrastrar hasta el final de tu existencia una vida plena, feliz y llena de Dios.

Bendiciones


Lucas (5, 1-11)



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