LA PAZ, FRUTO DEL PERDON
Paz y bien hermanos.
¿Eres de los que das porque recibes? ¿Has notado la carencia de alguien y has buscado ayudarle? ¿Cuándo das, es por amor o porque no lo necesitas?
Los negocios ofrecen dar algo a cambio de una compra. Dar un descuento, dar un incentivo, un bono, un cupón. Las personas ofrecen dar tiempo a cambio de un pago, de un certificado, de un reconocimiento. Los padres parecen darlo todo a cambio de un buen comportamiento, unas buenas notas, respeto, paz, cordialidad, atención. El mundo constante mente está buscando la manera de disfrazar lo que se da para usarlo para el bien propio.
Es por eso que hay que hacer la diferencia entre dar y regalar. Al parecer quien solo da, es porque algo espera, mientras quien regala por completo entrega e incondicionalmente nada espera. He ahí la razón porque quienes dicen amar y encuentran problemas, es porque están dando amor, esperando recibir algo a cambio como respuesta. Quien ama todo lo da, nada espera, quien ama incondicionalmente se entrega. Y la vida del ser humano se enfrasca diariamente en muchos problemas porque condiciona su vida a recibir algo a cambio por cada minuto que vive, que da, que invierte, que sacrifica, que comparte en su senda.
Jesús viene a rescatar esta civilización, esclavizada en las leyes, los mandatos, el dinero, la apariencia, la imagen, las prebendas, la malicia, la viveza, la conveniencia y amparada, disfrazada, y refugiada en el supuesto amor a Dios.
Jesús te invita a perdonar de corazón la ofensa a tu prójimo, porque es así que se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. Es así como la pazfructificara y perdurara en tu vida.
Jesús te pide, que vivas una vida transparente, sin falacias, ni conveniencia o ganancias personales.
Jesús te invita a perdonarte a ti mismo, a regalarte por completo la paz, la alegría y la sanación, que Él trae para tu existencia. Jesús te invita a donarte por completo a Dios. De forma tal que, si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor.
Bendiciones
Mateo (18 21-35)
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