¡LA PALABRA ES VIDA, NACES CON UN SÍ, MUERES CON UN NO!
Paz y bien hermanos.
¿Dónde comienza la vida? Para muchos está en la flor que germina y para otros en la semilla que brota. Para los agricultores, la vida está en la semilla que en su interior vive y palpita ansiosa de crecer algún día. Para los niños inicia en el hogar que le acoge, que le ensena, que le guia y le regala amor cada día. Para el huérfano inicia en cada sonrisa que le abraza y le brinda apoyo y guia cada día. Para el viejo inicia cuando se le acaban las fuerzas y encuentra apoyo, respaldo, seguridad, cariño y buena acogida. Para la humanidad, la opinión está dividida. Algunos piensan que la vida se inicia cuando se ve el cuerpo, los ojos, y al ser que respira, pero no es así para la madre cuyo hijo en el hospital yace inmóvil, sereno, tranquilo, mas ni habla ni abre los ojos ni camina, su presencia es todo lo que importa y esa es una vida. Para otros la vida se inicia en el interior de cada ser que palpita, que suena, que lucha, que enfrenta los retos y se levanta ante las caídas. Inicia en el vientre que acoge con gracia y dicha la semilla que por sí sola ya vibra, se transforma, y segundo a segundo algo en si misma se inicia.
Para otros la vida se inicia donde al parecer todo termina, se inicia al cerrarse los ojos e iniciar la senda desconocida hacia la eternidad inmensa e incomprendida.
Para el que sufre la vida está en cada palabra que le apoya y le invita, a seguir el camino y a emprender una nueva senda cada día. Para quien en silla de ruedas habita, o sin brazos o sin piernas se desenvuelve con mucho esfuerzo y cierta agonía, la vida se inicia en la voz de aliento que no lo desampara y que lo acaricia. Se inicia en el afecto, en el amor, en la comprensión que encuentra en quienes bien lo miran.
Para algunos la vida es su Jardín, para otros un perrito un gatico o la lluvia que cae y perfuma la pradera de paz invadida.
Para Jesús, la vida es cada oveja perdida, cada ser que sufre, cada corazón que de amor, de paz, de apoyo carece y busca sin medida. Para Jesús la vida está en la palabra del padre que lo mueve y lo llena de planes, de misiones, de aliento, de sanación y de un gozo sin medida. Está en la palabra que Dios le ha regalado y en su interior envuelto con dones y sonrisas, con misericordia y dulzura infinita. Está en las promesas del padre que le envió a rescatar a todo quien desee creer que tras cada palabra se agita una verdad llena de luz, de comprensión, de gracias y de perdón sin medida.
Para Jesús la vida se inició en la palabra que recibió su madre María, cuando le anunciaron que madre de Jesús, el hijo de Dios sería. Desde ese momento ya Él existía, porque habitó en el sueño de la niña que acepto compartir el plan de Dios aunque para ello su libertad, su juventud, su familia, sus planes sacrificaría. Desde ese momento Jesús ya una madre lo aceptaría, y entonces su vida sentido tuvo y un hogar le esperaría.
Para Jesús la vida no terminó y aún no termina. Aun en su cruz, cuando su último aliento le quedaba y le arrastraba en agonía, aun en ese instante, Jesús sabia por palabra de su Padre que allí no todo culminaría, sino que más bien ese sería el inicio de la claridad, de la verdad, de la sanación plena y sin medida, de la paz y la alegría que no dependen de las noches o de los días, de la juventud eterna y del gozo junto a los querubines, los ángeles y a la eternidad prometida.
No dejes morir tu existencia con palabras negativas, con pensamientos oscuros, con intenciones paganas, tristes, abusivas. Llena tus pulmones de gracia, de amor, de compasión, de misericordia, por ti mismo, y por todos los que encuentres segundo a segundo todos los días, para que quien esté muerto viva, para que quien haya perdido la senda, junto a ti, halle una nueva con promesa de alegría, para que quien este necesitado o enfermo, o paralizado por las angustias de la vida, pueda encontrar un escape a su agonía y reencaminar su pasos hacia Jesús, camino, verdad y vida. No nació en un pesebre para juzgar a nadie o para tener una historia bonita, sino para ensenarte que no necesitas ni lujos, ni títulos, ni nada que te haga mejor que nadie en esta vida, sino más bien la humildad de corazón, el deseo, el ánimo de querer ser, y la disposición para que Dios tus pasos dirija. En su palabra encerrada está el consejo, la luz, la guia, la brújula, la verdad, la bondad misma. No sigas a nadie, solo la palabra necesitas. Ella te guiara a Jesús y Él te llevará al Padre, a su plan de vida.
Bendiciones
Juan (1 1-18)
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