LA FUERZA DEL MAR DE LA VIDA
Paz y bien hermanos.
Las olas del mar se mecen sin cesar día y noche, empujadas por el viento, por la luna y por el sol Durante las tormentas su fuerza se incrementa y se levantan como manos gigantescas que se desploman pesadamente sobre la superficie con un sonido aterrador e impresionante que disuelve las olas y parecer volverlas a crear.
¿Que empuja las olas de tu vida a levantarse, moverse y encresparse durante las tormentas e inviernos de tu existencia? ¿Qué te motiva a perseverar en ciertas tareas y que a dejar otras? ¿Has tenido motivos para sacrificar algo en tu vida?
La semilla cae en tierra y el abrazo que le acoge, la gota de agua que le mitiga su sed, la luz del sol que le enamora y rodea con cariño, le impulsan a buscar la senda de la vida, a nacer, a crecer a moverse con fuerza y entusiasmo para hacer tallos, ramas, hojas flores y frutos y dar sombra, y más vida de la suya propia.
El ser humano está lleno de vida, de sueños, de metas, de dones, de frutos, de ideas, que como las olas del mar son empujadas por el viento de los días, y son arrastradas día y noche, mas aun en medio de las tormentas, las penas, y las tristezas.
Jesús llega para hacerse el mar, las olas, el viento en la cual pueda navegar y moverse la vida del ser humano. Y Jesús hace olas día y noche con su oración, su ejemplo, su sacrificio, su amor y su entrega. Jesús recibe de su padre una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Recibe su ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endureció el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Jesús actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
En el mar de Jesús, se aprende a navegar con seguridad, con caridad, con sacrificio, con humildad, con paciencia, con amor, con gozo, porque su yugo es suave y su fuerza es la de Dios Padre.
Despliega tus velas, libera tu mente y tu corazón, expande tus brazos, mueve tus piernas, alienta tu existencia, hincha tus pulmones de aire, de alabanza, de gozo, de júbilo, porque tu fuerza viene de Dios, de su misericordia, de su perdón, de su gracia.
Clama a Dios día y noche, buscale, ora, llena tu existencia de la lluvia placida que cae sobre la mar tranquila y espera su respuesta. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Que la palabra de Dios sea el motor del barco de tu vida, que la bendición de Dios este siempre en tu frente, en tu mente, en tus acciones y pensamientos y que Jesús pueda arrastrar tu existencia libremente por el mar de la vida, para que tu fuerza sea su fuerza y tu vida la de Jesús.
Bendiciones
Marcos (15,1-39)
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