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ILUMINA TU CORAZON

Paz y bien hermanos.

Cuando mi perro desea jugar, va a su cama y busca uno de sus juguetes, y regresa corriendo y me lo trata de poner en la mano. Su intención es que yo tome el juguete y lo bote para que él vaya y lo busque y me lo traiga otra vez. Ocasionalmente, se lo tiro muy lejos y cuando el sale a buscarlo, yo me desaparezco y voy y me escondo. Cuando regresa y no me encuentra, se pone a llorar y comienza a dar vueltas por toda parte corriendo como loco. Dentro de mí, pienso, si se calmara, usaría su olfato y me encontraría. Y tarde o temprano así mismo lo hace. Pero inicialmente cuando se ve solo y como perdido, llora y no se enfoca en sus capacidades.

¿Has sentido temor alguna vez? ¿Te has sentido perdido? ¿Sientes que no has actuado correctamente en algunos casos?

Antes de Jesús, el mundo vivía en guerras, pugnas, luchas, enfrentamientos ideológicos, políticos, morales. Las calles, los hogares, el mundo se había sumido en una oscuridad en medio del pleno día. Las mentes y las personas eran sometidas, subyugadas, oprimidas, alienadas, apedreadas, despreciadas, marginadas.

Jesús llega para devolverle a cada ser humano la dignidad de hijo de Dios. Jesús llega como luz en medio de la noche para denunciar la hipocresía y las apariencias y descubrir la verdad en los corazones.

Jesús envía a sus apóstoles a golpear en la vida de quienes viven en la oscuridad con un mensaje: “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz”

Jesús ha dejado para todos y cada uno su palabra y la pone día a día en nuestras manos, para que nos incorporemos de nuestra comodidad humana y corramos tras su verdad, su mensaje, su abrazo, su misericordia, su mensaje de salvación. Para que regresemos a Él felices como lo hacía mi perro, con la fe, la esperanza, el gozo, de que Él allí estará esperándonos para hablar, abrasarnos, aconsejarnos y guiarnos hasta la eternidad.

Que no pases un día, una hora, un minuto, un segundo en la oscuridad. Que tu existencia, tus acciones, tus palabras, y tus pensamientos estén siempre iluminados por la vida de Jesús.

Que tu corazón sepa con certeza y confianza que Dios no abandona a sus hijos.

Que regreses a Dios cada día con un corazón agradecido por todos sus regalos y le digas:

Tu bondad y tu misericordia

me acompañan todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término

Y Dios que conoce tu corazón, te ungirá y estará contigo en todo momento y en adelante.

Bendiciones

Juan (9,1.6-9.13-17.34-38)



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