EL PAQUETE DE LA BENDICION
Paz y bien hermanos.
Cuando cumplíamos años, nuestra abuela materna, con quien vivíamos, nos preparaba un paquetico de papel rústico en cuyo interior ella colocaba tres dulces de coco, un juguete, una barra de chocolate para que nuestra madre nos hiciera una taza bien caliente, un billete de un peso suficiente para sentirse millonario al imaginarse todo lo que se podía uno comprar con ese peso, pero al mismo tiempo insuficiente para comprarlo todo al mismo tiempo. Con su detalle de amor, ella se hiso siempre presente con su regalo y con el pasar de cada cumpleaños, nosotros buscábamos ir a su casa para recibir ese obsequio. Ella sembró en nosotros un instante inolvidable para ese día tan especial y aunque ya no lo recibimos, no hay un año en que ella no esté presente en el recuerdo y aprecio de nuestro corazón.
Si pudieses darle algo a tus familiares y amigos que sabes les ofrecerá una sonrisa, les abonará el corazón y les abrazará aunque no estés presente, ¿qué es eso que le regalarías? ¿Hay alguna huella de tu existencia que puedas decir perdurará más allá de tu vida? ¿Has logrado ser luz, palabra de aliento, fuerza o apoyo para alguien?
Jesús fue rechazado por quienes vieron y todavía hoy solo ven el paquete de regalo, mas no saborearon ni desean saborear su contenido.
Jesús vino a ser para los apóstoles y todos los que compartieron su presencia, algo así como aquel paquete de nuestra abuela, que regalaba lo simple del corazón, aún más, una riqueza para toda la vida. Con Jesús, cada amanecer era anhelado con tal de poder verle, sentirle, oírle, seguir sus huellas en el polvo del desierto o en la playa, seguir su mirada de entrega al Padre en la oración y en la narración de sus parábolas. Jesús le regalaba a quien se hiciera presente de corazón, algo así como ese peso con el cual se podía adquirir cualquier cosa, un milagro, una sanación, un gozo, una unción. Pero para quienes se enamoraron de su mensaje de vida, quienes descubrieron la luz que irradiaba su presencia, quienes alimentaron su alma con su bondad y misericordia, quienes desearon que el día no terminara con tal de seguir oyéndole, ellos, descubrieron algo más que ese paquete de bendición, encontraron al pastor cuya voz orienta, guia, aconseja, dirige, alimenta, sostiene y evita perderse. Jesús es como ese paquete, que acampa hoy entre quienes se hacen humildes como corderos y siguen sus consejos y enseñanzas. Y ellos, ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el bochorno y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. El regalo de nuestra abuela era inconfundible, era como un sello que la autenticaba. La voz de Jesús, viene a ser hoy todavía ese paquete, ese sello autentico, esa bendición abrazadora y emotiva. Abre cada día el regalo que Dios deja en tu cuarto que es su palabra de vida. Saborea su dulzura, prepara un mejor día con su contenido, regalate con cada palabra la riqueza de la sabiduría, del amor, de la fuerza, de la fe. Y agradece a Dios su regalo con tu oración diaria, con tus huellas de paz, de amor, de fe que vas dejando en quienes también pueden encontrar en tu actitud, en tus hábitos, en tus acciones, un paquete de bendición inolvidable y anhelada. Acepta a Jesús como tu pastor, como tu salvador, como tu luz y aprende abrir y a usar los regalos que pone en tu vida diaria.
Bendiciones
Juan (10,27-30)
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