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EL GUSANO DE LA FRUTA

Paz y bien hermanos.

Debajo de la cascara que recubre la fruta hay un jugo que alimenta, nutre, y promueve la vida. Detrás de la palabra amable, sanadora, bendecida, se encuentra el deseo noble, la mirada tierna, la caridad misma. Detrás de la mano que alimenta, hay horas de trabajos, luchas, batallas, esfuerzos e imprevistos. Debajo del día y de la noche hay un planeta, un mar y una tierra, unas montañas y laderas, un mundo de vida que vibra y respira. Bajo los harapos del mendigo hay una historia de calamidades y problemas, de carencias y errores, de abusos y desilusiones. En el interior del leproso, del enfermo, hay un niño que gime, porque se han robado sus sueños, una vida que llora las carencias y desprecios. En el prisionero, hay cadenas que le atan a su nacimiento, al hogar violento, a los abusos y maltratos de quienes la vida le dieron. Tras la piel de la fruta dañada, se halla la enfermedad del gusano que llegó hace mucho tiempo y que poco a poco su interior como una lepra, se ha ido comiendo.

¿Hay acciones en tu vida que puedan estar carcomiendo el fruto bueno de tu vida, tu fe y tus pensamientos? ¿Hay en tus palabras o en tus intenciones dobles que oculta la verdad o son tus palabras ciertas y sinceras todo el tiempo? ¿Juzgas al que ayudas con tus pensamientos, o das la mano al necesitado y oras por su vida y la sanación de su flagelo? ¿Hay en tu vocabulario palabras leprosas?

Así como en la lepra la piel se va perdiendo por la enfermedad que corre adentro, así en la vida del ser humano las buenas intenciones, la fe, la alegría, la bondad, la sinceridad, la verdad, el amor, la paz, van siendo carcomidas por la lepra de los malos pensamientos, de la envidia, del egoísmo, de la ambición, de los malos deseos.

Jesús conoce la fruta por dentro, conoce el corazón de la persona, sabe que en medio de su silencio se oculta el pecado. Mas Jesús no juzga al pecador, sino que anhela el momento en que su boca se abra para pedir perdón, para buscar sanación. Jesús actúa cuando dices: “ten compasión de mi”. Y sus palabras que no están encadenadas, que rompen la oscuridad, que acaban con la enfermedad, que limpian el alma y el corazón, que irrigan de vida la persona y la llenan de bendición, llegan a tu vida para acabar con tu lepra y alimentar tu fe, tu confianza, tu cambio, tu muerte interior.

Pues si morimos con él, también viviremos con él; si perseveramos, también reinaremos con él; si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.

Que detrás de la piel que cubre tu existencia Jesús haya puesto un fruto tierno, sano, jugoso, sin lepra alguna, que constantemente agradezca a Dios su presencia, su mensaje sanador, su amor y su misericordia. Que la palabra de Dios desate los nudos que te amarran, rompa las cadenas que te atrapan, y libere tu vida de toda enfermedad interior que corrompa el alma, la mente y el corazón. Que tu oración diaria, sea un canto de agradecimiento a Dios, por trasformar tu lepra en una vida que da frutos de amor y paz, de servicio y entrega, de alegría.

Bendiciones

Lucas (17,11-19)



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