EL CAMINO HACIA LA LUZ
Paz y bien hermanos.
La semilla que con agrado se esfuerza por abrirse camino en su búsqueda de la luz, pronto descubre que no solo ha logrado encontrarla, sino que en su esfuerzo ha generado raíces, y ellas en diferentes direcciones le afianzan y le ayudan a buscar el elixir que le sostendrá el resto de su vida.
¿Hacia dónde te dirigen tus pasos hoy? ¿Hay un camino trazado o es una senda nueva? ¿Qué piensas hacer cuando llegues a tu destino?
Las aves no solo levan vuelo sino que saben para donde van. Algunas solitarias se esfuerzan y luchan contra los vientos y el tiempo, mientras que otras se agrupan para facilitarse llegar a la misma meta, con menos esfuerzo y mayor fuerza para continuar.
En el mundo humano, las metas se conocen en muchas ocasiones como rutina, hábitos, obligaciones. Solo aquellas que mueven al ser humano a caminar no por sus propias fuerzas, sino facilitados e impulsados por la gracia y la fuerza de Dios, renuevan la sangre, alegran el corazón, rejuvenecen el alma, regocijan y rejuvenecen el ánimo y la fuerza.
Jesús como las semillas, primero formo sus raíces, afianzo su oración, su espíritu, su mente, su corazón en Dios Padre y después de 30 años de formación interior, salió al mundo a entregarlo todo a todos los que aceptaron recibirlo. Algunos de sus frutos cayeron a la orilla del camino y los viajeros los despreciaron. Hoy día, todavía existen pugnas entre muchos grupos, personas e iglesias, sobre los frutos de Jesús y la realidad y el valor de ellos mismos.
En el camino hacia Dios, hay muchas sendas polvorientas, que lastimaran los ojos y cegaran al caminante, a menos que baje la cabeza y camine sin ningún horizonte, tan solo con lo que pueda distinguir en cada paso. Hay caminos oscuros no porque se acaba la luz del día, sino porque los ojos no los pueden ver y las mentes mucho menos captar o comprender. Son estos los caminos de la fe y la confianza en Dios.
Hay caminos cuesta arriba que requieren el apoyo, el consejo, el estímulo de la iglesia, y caminos cuesta abajo, que requieren, unir las manos, las mentes, los corazones, para evitar que nadie ruede se desplome y se pierda.
No es suficiente con caminar junto a Dios, al lado de Dios, o con Dios. Hace falta aprender a caminar todas sus sendas, apagando el juicio, cerrando los ojos, iluminando la mente con su palabra, oyendo su voz con el corazón, y afirmando cada paso no en las creencias, sino en la fe misma, en la voz del pastor que se escucha en la distancia para evitar que nadie se pierda.
Para quien así camine la senda de Dios, Pedro le afirma: “Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción. Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”.
Asegurate que tu búsqueda de Dios empieza en el corazón, con la semilla que recibiste al nacer, la semilla que clama por luz para tu vida, por agua para tu sed espiritual, por amor y paz para tu existencia.
Emprende el camino hacia Dios, forma raíces con tu esfuerzo y dale a tu semilla de la fe la confianza de que estarás constantemente buscando, explorando y experimentando la presencia de Dios en tu camino diario. Que tus frutos, reflejen tu búsqueda, tu fe, tu confianza en Dios.
Bendiciones
Lucas (24,13-35)
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