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EL ACEITE DE TU LAMPARA

Paz y bien hermanos.

La tendencia a procrastinar se refleja en el cabello desordenado, en la fachada arruinada y oxidada, en el jardín cubierto por una selva de maleza, en la mirada triste, en el temor diario, en la ropa arrugada, en el coche sucio, en el afán diario, en el escritorio lleno de todo y de nada, en la oscuridad que te rodea en medio de un día soleado.

Muchas de las cosas malas que nos pasan en la vida, son el resultado de algunas de las cosas que dejamos de hacer por ella.

¿Qué hace hoy por ser mejor ser humano? ¿Qué tareas u obligaciones postpones a diario? ¿Qué le puedes ofrecer al mundo como regalo para hacerlo mejor? ¿Cuanta luz la vida te ofrece y cuanta de ella relamente approvechas?

No es solo la luz del sol la que trata de tocar tu vida, sino también la luz en el consejo que puedes brindar, en la palabra buena que puedes usar, en el amor sincero que puedes cultivar, en la familia que con esfuerzo buscar resguardar, en tu labor diaria que honestamente desarrollas, en la vida misma, transparente y llena de bondad.

Jesús vino con una mente puesta en su Padre, dispuesta a hacer su voluntad y a doblegarse ante toda circunstancia con tal de satisfacer y cumplir su plan.

Jesús actuó siempre como el hijo de Dios, en su nombre y no en el suyo propio. Actuó para servir, orar, levantar, fortificar, entregar, sanar, mitigar, ungir, comprender, perdonar, aliviar, dirigir, orientar y acercar a cada ser humano un paso más cerca a su Padre Celestial. Jesus era la luz del padre proyectada sobre la humanidad. Sus palabras iluminaban, estuvieron siempre de acuerdo con sus acciones. Jesús irrigo luz con su ejemplo del siervo útil, que comparte sus talentos con quienes los necesitan, para aumentarlos, fructificarlos y propagarlos para la Gloria de Dios. Jesús dejo huellas claras y precisas, no ambiguas o ambivalentes. Sus huellas son luz todavía, porque abren y abrieron caminos de apoyo, fuerza y alegría a quienes se encontraban atrapados en la oscuridad y la miseria humana. Jesús es el aceite que mantuvo viva la Luz del Padre. Asegurate de que tu vida, tus acciones y pensamientos son portadores de luz. Que tu lampara este siempre llena de la presencia de Jesus, para que no te encuentres desprevenido y sin aceite. De quienes aun no están seguros del camino de fe, de la oración diaria y de la lectura de la palabra de Dios, un día quizás buscaran de Dios, pero el les responderá: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.». Mateo (25 1-13)

«Tú, Señor, mantienes mi lámpara encendida; tú, Dios mío, iluminas mis tinieblas», Salmos 18:28. Bendiciones



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