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CULTIVO DE PALABRAS

Paz y bien hermanos.

Se cultiva un corazón con palabras amables, cariñosas si eso deseas ser con los demás. Se cultiva una mente con mentiras, engaños, insultos, soeces, negatividad, si solo quisieras estar rodeado de mala hierba y en la oscuridad del temor, la tristeza y la soledad.

¿Que persona desearías ser hoy y que te dices a ti mismo para lograr cultivarte? ¿En tu banco de palabras, que es lo que predomina, luz u oscuridad? ¿Haz escuchado palpitar tu corazón de alegría por las tristezas de otros? ¿Haz llevado a tu mente pensamientos que apoyan, acosejan, guían, estimulan tu día?

Así como la semilla empieza a tomar vida y forma en el vientre de la madre, así mismo, cada ser humano es semilla que crece lentamente en el vientre de Dios. Y Dios, le habla a sus hijos con la ternura y la bondad de una madre diciéndole: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo”

Y la palabra de Dios llega diariamente para alimentar cada hijo con su mensaje sanador, reconciliador, esperanzador, re vivificador y lleno de vida y de consejo.

Es por eso que sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

Alimenta tus días y noches, tus inviernos y veranos, tus éxitos y fracasos, tus alegrías y tristezas, con la palabra de Dios, con las semillas que nutren a través de ella, cada fibra, momento y circunstancia del ser humano.

La palabra de Dios es sembrada en tu existencia, labrada en tu mente, esculpida en tu corazón, alimentada e irrigada en tu alma y abonada con tu predisposición y aceptación de ella. Haz de ti tierra fértil, recíbela y acogela con agrado como lo haría un bebe y así siendo como un niño ante los ojos de Dios, permite que su palabra de frutos de vida abundante hoy y siempre.

Bendiciones

Mateo (13 1-23)



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