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COMPLICES DEL AMOR

Paz y bien hermanos.

           Cuando alguien roba, sus manos se hacen cómplices de los deseos y apetencias de la mente. Cuando alguien da al necesitado, sus manos se hacen cómplices de los deseos del corazón.  Cuando alguien miente su lengua se hace cómplice con la oscuridad de su mente y el temor que le acompaña. Cuando alguien es honesto, su vida se hace cómplice con el corazón que anda sediento y en busca de la luz. Cuando alguien traiciona o engaña, su egoísmo se hace cómplice con los sueños oscuros que ha alimentado por mucho tiempo. Cuando alguien ama y respeta, su corazón se ha hecho cómplice con la mente de quien ha hallado un tesoro en las personas, riqueza en la sonrisa y en la felicidad, y fuerzas para vivir cuando siembra vida al existir.  
Se puede sembrar arrojando la semilla sobre la hierba, sobre el piso, sobre el fango, sobre el terreno arado.  Cada quien siembra en complicidad y de acuerdo con su propia mente y su corazón.   La semilla de la vida de cada persona crecerá de acuerdo a sus propias intenciones. 
¿Estas escribiendo con tu vida un testimonio basado en el esfuerzo y el sacrificio o en lo fácil y lo mundano?   ¿Engañas a tu corazón obedeciendo a los deseos de la mente o educas a tu mente con la fuerza de tu corazón? ¿Están tus virtudes y regalos de tu vida personal al servicio de los demás o son de uso personal?
María se hizo cómplice del Ángel del Señor, para hacer realidad el sueño de Dios, de traer sobre la tierra su hijo por medio de una mujer y sembrar a través de ella y de su sacrificio un cómplice que trajera  luz para las naciones, que acogiera al pobre, al humilde y abrazara al necesitado y al abusado. Un cómplice de su amor, de su bondad, de su misericordia.  Y Jesús cómplice de Dios, de José  y de María, se hace con ellos uno para que el corazón del padre pudiese tocar el corazón de la humanidad, para que la palabra de Dios, se hiciera realidad, tomara vida, germinara en toda vida terrenal.  Jesús hace de los apóstoles cómplices, para poder quedarse en sus manos, en sus mentes, en sus corazones, en sus vidas, en su testimonio, en sus obras y en sus sacrificios y así extender a todos el deseo de Dios de quedarse a vivir en cada persona que le permita ser cómplice en cada momento de su existencia. Jesús, llama  a todos a no tener miedo, porque es Él  el primero y el último, el que estuvo muerto y, vive por los siglos de los siglos, quien tiene las llaves de la muerte y del abismo, quien ha escrito lo que está sucediendo y lo que ha de suceder más tarde.
Hazte cómplice del amor de Dios. Hazte cómplice del sacrificio de Jesús y recibe de Él su paz y el Espíritu Santo para que seas su enviado, así como Él fue enviado por su padre. Hazte cómplice de su misericordia y perdona a todos sus pecados, para que así, también los tuyos sean perdonados. Que en la palabra de Dios halles los testimonios de vida de quienes han seguido a Dios para que sumerjas tu vida como  ellos lo hicieron en su presencia cada momento de su existencia.  Que la oración y tú, sean uno para que tu vida vaya quemándose como un cirio para llevar  luz y vida a quienes crucen la senda de tu camino. Que tus manos sean cómplice del amor de Dios,  para levantar, que tu boca para bendecir, que tus ojos y  oídos para discernir, que mente para ungir y tu vida para servir.  Que seas cómplice del amor de Dios en tus pensamientos, palabras y acciones. 
Bendiciones

Juan (20,19-31)


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