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AGRICULTORES DEL AMOR

Paz y bien hermanos.

El caminante que bota a la orilla del camino las semillas del fruto con que alimenta y fortalece sus pasos, no les verá germinar, ni les verá crecer o dar frutos. Y así mismo, no sabrá cuantas de sus semillas las secó el tiempo y cuantas sirvieron de alimento a las aves. Mas no ha sucedido así con la semilla del amor que fue arrojada sobre el universo en la creación. La semilla no fue abandonada, sino que su agricultor incesantemente continúa irrigando, cuidando, abonando y pacientemente esperando por cada semilla que Él ha puesto en medio de la humanidad para que germine, crezca y de frutos. Por eso hoy, hace ya mil semanas atrás, germinó este semanario fruto del amor de Dios, de la semilla de la conversión. Una voz gritó en el desierto de nuestras vidas y clamó para que el agua del manantial que jamás se agota, con la cual, en aquel entonces se alimentaron nuestras vidas, también fuese repartida a todas las almas y mentes que buscan donde saciarse de la sed que causan los afanes del mundo. Asi, nació entonces este semanario hace ya más de 19 años, porque asi Dios lo ideó y como dice el Salmo 71 15ab.17 "Mi boca contará tu justicia, y todo el día tu salvación, Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas”.

¿Cuándo miras tus manos, tu rostro y tu cuerpo, puedes ver de alguna manera el amor de Dios? ¿Cuáles de las cosas que tú piensas o haces son idea de Dios y cuales son tuyas? ¿Eres tu agricultor del amor de Dios o eres parte de sus manos serviciales y misericordiosas o acaso te haces semilla y te dejas pacientemente cultivar?

Muchos de nuestros hermanos cerraron sus ojos a esta vida, mas no sin antes llevarse un trocito de estos semanarios, un trocito de la túnica de Jesús, de su caricia, de su soplo divino, de su esencia, de su perfume, de su mirada amorosa, de su voz consoladora, de su amor incondicional, de su consuelo, de su sonrisa, de su gracia, de su bondadosa presencia. Se marcharon de nuestra senda, no sin antes tomar del agua que se hizo vino en nuestros labios, no sin antes compartir el pan que se multiplicó en nuestras manos, no sin antes compartir el perfume de Jesús en nuestra sala de oración y su mirada compasiva al explicarnos las escrituras. Ha sido así, como semana a semana salimos a cuidar de la semilla de este Semanario que ha sido puesta en nuestras manos porque tú, Señor, eres nuestra esperanza y nuestra confianza. Sabemos que desde nuestra Juventud en el vientre materno, ya nuestro ser se apoyaba innatamente en Ti y Dios aun hoy nos sostiene y nos cultiva y estos son algunos de sus frutos.

Los hechos de los apóstoles siguen siendo escritos aun hoy día, porque todavía hoy se comparte la palabra, se llevan a los caminos ya no tan polvorientos más si peligrosos, un Jesús vivo, un testimonio de vida como el que está arraigado en este semanario, se lleva luz a los presos, los oprimidos, se comparte el pan con los pobres, se irrigan la vida de los enfermos y los solitarios con la voz sanadora de Jesús quien abandona el Tiberiades para acompañarnos hoy al mar de los problemas de todos quienes navegan por esta vida.

Jesús también fue tejido en el vientre de Dios, quien plasmó su semilla en María su madre, para que fuese la mayor expresión de amor que haya recibido la humanidad. Y tú, también has sido elegido antes de formarte en el vientre de tu madre. Tú también has sido constituido profeta para que la semilla que se te ha dado germine con la fuerza del amor que Dios irriga hoy tu vida. Abraza hoy a Dios y a su plan, hazte agricultor de su amor o esparce su semilla como el caminante.

Bendiciones


Lucas (4, 21-30)



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