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SALE DE LA TUMBA

Paz y bien hermanos

Un cuerpo herido es aquel que su salud ha perdido, es aquel cuya luz se ha desvanecido y en un otoño poco a poco ha caído. Es aquel al que su armonía su gozo, su fuerza se le ha sustraído y postrado se encuentra exhalando auxilio. Es como cuando se arroja basura en el rio, se le quita parte de su vida y se le irriga con desperdicios. O similarmente cuando se dice una mentira que recorre toda al ser vivo, no solo a quien la dice sino a quien la ha recibido, contaminándole de algo que la suciedad es su contenido. El problema es que la enfermedad del cuerpo es visible en la mente y en la persona que la ha vivido. La enfermedad en el rio, es visible en el curso de su recorrido. La enfermedad en el espíritu no se ve y contamina el corazón, la mente, la persona que sin saber lo que ha ingerido. Es como quien arroja un cigarrillo a la orilla del camino, continua su ruta más atrás un incendio forestal a difundido. Bueno, pues la cerilla es para el bosque lo que son la mentira, el pecado, el egoísmo, el odio, la soberbia, la infidelidad, la hipocresía y la avaricia para el espíritu. Inician un fuego que destruye lentamente y arrasa con todo lo bueno, lo divino.

¿Si pudieses ver tu alma hoy, crees que le has provisto y alimentado o la encontraras abandonada y desnutrida por tus faltas de cuidado? ¿Crees que durante tu vida no has quemado tu bosque interior de paz, amor y alegría con tus acciones y malos pensamientos? ¿Hay alguna enfermedad en tu vida que se haya originado en tu pecado, en tu mente y tu corazón extraviados o son herencia de tus antepasados?

A ti que sufres de una enfermedad y que has prendido en tu vida la llama de la fe, Jesús te dice: “Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.

A ti que abres las puertas de tu vida a Dios, Jesús te dice:

“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?”

Sale de tu sepulcro, arroja el pecado de tu vida, encamina tu vida hacia la senda que conduce a Dios con confianza porque “Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros”.

Ora con tu mente para que Cristo ingrese en tu cuerpo enfermo para irrigarle de luz, alimentarlo con su misericordia y guiarle a la paz.

Zambulle tu vida en el rio de la palabra de Dios para que toda enfermedad desaparezca de tu vida después de sumergirte 7 veces en sus aguas y quedes limpio. Que tu fe mantenga encendida la llama que glorifica a Dios para que nada te turbe, nada te falte, y solo Dios baste.

Bendiciones

Juan (11,3-7.17.20-27.33b-45)

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