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EL TEMOR, SINTOMA DE CEGUERA

Paz y bien hermanos

Al sumergirse en las transparentes aguas, se pierde la claridad de lo que se ve, se distorsionan las imágenes, cambia la realidad. Al ingresar en las aguas turbias de una discusión, se pierde el punto esencial, la noción de las palabras y los pensamientos, la capacidad para detenerse y reflexionar. Al caminar por la senda oscura de la espesa selva de una vida superflua, sembrada de árboles de desacuerdos, de rencor, de tristeza, arropada por la espesa capa de musgo de malas palabras y mentiras, y tapizada de un verde oscuro de temor, incomprensión y desilusión. El temor llega a nuestra vida y enceguece. Porque es fácil equivocarse y dejar de ver lo que es correcto y empezar a ver lo incorrecto como bueno y valido, a vivir lo malo como bueno y a respirar el ambiente contaminado por el pecado como si fuese el aire más limpio jamás respirado.

¿Recuerdas algún error que hallas cometido en tu vida y reparaste el daño hecho, o no crees haber cometido error alguno alguna vez? ¿Consideras que pecar depende de cómo se miren las cosas o sabes con certeza cuando pecas y por qué razón? ¿Cuándo escalas la montaña de las horas cada día, sabes lo que hallaras al otro lado de esta, más tarde, una vez llegues a su cima?

Mas en cada amanecer la oscuridad se rompe para invitarnos a quebrantar la nuestra propia, a dejar que también la luz de Cristo ingrese en nuestro ser para sacar el frio interior, las tinieblas y nos lleve cada paso con su propia luz.

En otro tiempo eras tinieblas, ahora eres luz en el Señor. «Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz.»

Por eso, cuando la ceguera espiritual se acabe, cuando tu vida y tus pasos, tus acciones y tus pensamientos recobren su claridad con certeza podrás decir: “El me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.

Si conoces la oscuridad, si estas rodeado de alguna manera por ella, si te sientes atrapado, enterrado, derrotado, o si tu vida esta carente del amor, de la paz, de la alegría que Dios ha dispuesto para ti, libera tu ser de las cadenas que te atan a lo desconocido y pídele a Dios que te devuelva la luz de tus ojos, que te permita ver tu mente y verle a Él no con la razón sino con tu alma y tu corazón. Pídele a Dios que a Jesús verle tu puedas porque te busca todos los días antes de que amanezca y al lado de tu cama te espera para que tú le digas: “Creo, Señor” y postres tu vida a sus pies antes de iniciar diariamente tu faena.

Ora en gratitud a Dios por devolverte la vista y síguele de cerca con la lectura de su palabra para que no vuelvas nunca más a caer en las tinieblas y a perder de nuevo su huella.

Bendiciones

Juan (9,1.6-9.13-17.34-38)

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