JUGAR CON EL PECADO
Paz y bien hermanos
Cuando se juega al tiro al blanco, se trata de llegar lo más cerca al centro para ganar. Cualquier otro lugar fuera del centro no se considera atino, aunque estés cerca, porque otros pueden superar tu puntería. En esta competencia, el individuo procura insistentemente dar en el blanco. En la vida, el errar, el estar fuera del centro del propósito de la creación se llama pecado.
De igual manera muchos juegos en los teléfonos celulares y computadoras están diseñados de forma similar. El objetivo es vencer todos los obstáculos o retos que se presentan en cada etapa. Hay quienes insisten en tratar de lograr esto, al punto de obsesionarse, no dormir, no descansar, no comer y hasta perder en ocasiones no solo la noción de tiempo, sino también la capacidad para responder a las responsabilidades u obligaciones personales.
El Pecado es presentado a todos de esta misma manera como un juego, que empieza con un nivel de tentación que reta al individuo. Quienes ingresan en su juego, por lo general logran pasar su primer nivel y avanzar a otros niveles de donde les es casi imposible retroceder. Es que a medida que se persiste en jugar con el pecado, se experimenta gozo, mentira, logro, satisfacción, retribución. Mas estos regalos transportan en su interior la oscuridad, el celo, la ira, la envidia, los falsos pensamientos, los malos deseos, la fragilidad, codependencia, tristeza, inseguridad, enojo que se quedan a vivir en la persona después del pecado.
¿Estás en el nivel de la tentación o en el nivel de negar que hallas pecado? ¿Crees que confesarse puede desatar tus ataduras, o piensas que nada te puede librar de tus pecados? ¿Sabes que Cristo está en el centro de la vida humana? ¿Qué tan lejos te hayas de Cristo y que haces a diario para acercarte a Él?
Así como Adán Y Eva ingresaron en el juego del Paraíso, no lograron vencer el nivel de la tentación y cayeron en las redes del pecado, así lastimosamente sus hijos fueron atrapados por su misma miseria y destino. Y así, hoy día el ser humano batalla la tentación o se oculta detrás de sus pensamientos que disfrazan su verdadera identidad, y viven ocultos tras su máscara, hablan en secreto de su oscuridad, negatividad, impureza y actúa acorde piensa. Por eso, la humanidad hoy busca llevar el pecado a toda la sociedad para que no se vea ya como pecado sino como un proceder natural de todos.
También es por eso que muchos grupos religiosos han masificado el rechazo de confesarse con su pastor, para hacerlo ver como algo ilegal. Pero es que confesarse, implica verse ante el espejo de Cristo y hablarle sobre lo que se ha hecho en medio de las tinieblas de la mentira, el odio, la tristeza, la malicia, la obsesión, la avaricia, el afán. Porque confesarse es hacer sufrir la carne y escalar la montaña de la soberbia para luego dejarse despeñar cuesta abajo y hacerse pedazos frente a la misericordia de Dios con la esperanza de que en su compasión él recoja nuestros pedazos de vida, nos repare, reconstruya, reviva el corazón contrito y sople vida nueva y nos ponga en este juego de la vida, en el nivel de pureza, para volver a comenzar de nuevo.
El cristiano verdadero lucha contra la tentación y no juega con el pecado porque sabe que atrapa a quien se acerca a su oscuridad. El cristiano, que ora del corazón se da cuenta que no hay cabida para nada que sea invitación de la carne, nada que sea placer, nada que sea mundano, nada que arroje basura al templo del espíritu santo. Quien escudriña la palabra encuentra la receta que sana las heridas, enmienda las penas, fortalece el espíritu. Halla las armas que protegen contra el enemigo y aprende a conocer al enemigo que tendrá que enfrentar diariamente. Oh, Dios, crea en mi un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. No me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu
Bendiciones
Mateo (4 1-11)