MORIR PARA FRUCTIFICAR
Paz y bien hermanos.
Las plantas con sus hojas absorben el dióxido de carbono y liberan oxígeno, purificando el aire. En esta tarea transforman algo malo para la vida en algo que la sostiene y promueve. Gracias a las plantas el aire se purifica en los campos y ciudades. Cortarle una rama a un árbol es quitarle un pulmón. Cortar el árbol es eliminar un amigo de la vida. Así mismo, la mente humana absorbe del contacto con el mundo lo bueno y lo malo. El saber la diferencia hace que las personas eliminen de su vida lo malo y se queden con lo bueno, entregando a quienes comparten o cruzan su camino, bondad, amor, alegría. De lo contrario la vida se va contaminando y la mente se va adaptando a vivir en ese ambiente cada vez más polucionado, oscuro y enfermizo, que busca contaminar a otros. El niño interior que habita en cada persona, clama constante mente por retornar a la vida, a la paz, al amor, a la alegría, a la salud física y mental. ¿Hay en tu interior ideas, conceptos, pensamientos tristes, negativos, contaminantes, deprimentes, nocivos?
¿Acercas tu vida a la luz para absorber de ella lo mejor y entregar a quienes comparten la vida contigo, una experiencia oxigenada, alentadora, estimulante? ¿Eres capaz de dar incondicionalmente de tu vida, tu tiempo, tu ser, a otros para que ellos puedan en algún momento poder salir de su crisis y vivir una vida de verdad?
Jesús vivió cada día, muriendo un poco por todos y cada uno de quien encontró en su camino. Porque su agenda no pretendía beneficios personales, ni títulos, ni reconocimientos, ni dinero, ni retribución de alguna manera. Su misión era dar todo lo que Él era y es, a quien hallase con necesidad en su senda. Jesús dijo con su propio testimonio de vida: “Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. Mundo se guardará para la vida eterna” Jesús se desprendió de sus días y sus noches sin reparo alentándose a sí mismo con oración al Padre, con amor al prójimo, con comprensión y cariño hacia los necesitados y transformo su entorno contaminado por uno purificado. Quienes le cerraron sus puertas, se quedaron sin recibir su luz. Quienes le negaron su corazón se quedaron encerrados en su propia cárcel de vida y sin conocer el camino, la verdad y la vida.
Que no te quedes sin recibir tú la luz de Dios, que no te quedes con tu dolor, tu pena, tu miseria humana, que no te quedes en el cementerio lúgubre de la enfermedad y el pecado. Levanta tu rostro y dile a Dios:
“Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu”.
Lleva tu vida hasta sepultar el pecado para que germine la paz y el gozo. Lleva tu vida hasta la cruz y deja allí tus deseos carnales, tu vicio, tus ganas oscuras, tus deseos inhumanos, tus ambiciones sin escrúpulos, tu inmundicia humana para que nazca de ti el ser nuevo que pueda conducir a otros hacia la libertad, hacia Cristo, hacia su cruz. Y cuando tambalees y dudes repite las palabras de Jesús a su padre: “Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre”
Deja morir el pecado para que conozcas el fruto que eres capaz de llevar al mundo. Que como una planta transformes lo que contamina en oxigeno que da vida y esperanza a los demás. Levanta tu vida como una planta nueva que sirve y purifica la humanidad. Por tu testimonio de vida, Jesús podrá una vez más decir, “cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”.
Bendiciones
Juan (12 20-33)