PREPARA LA LAMPARA
Paz y bien hermanos.
He visto familias pulverizarse en menos de una semana y jóvenes caer en la oscuridad por muchos años. Es verdad que la vida se agota y disipa en cualquier momento y no está en nuestras manos su control. Pero el matrimonio, los hijos, la familia, la integridad personal, la felicidad, la paz, la alegría, están en nuestras manos el administrarlas y darles vida y forma diariamente.
¿Qué hace hoy por ser mejor ser humano? ¿Qué valores en ti cultivas a diario? ¿Qué le puedes ofrecer al mundo como regalo para hacerlo mejor?
Por si no lo sabes, la respuesta está en nuestra mente, en nuestros ojos y en nuestras acciones. Al cerrar los ojos podemos revisar que pasa adentro y escudriñar
en la oscuridad interior, para sacar a la luz cuantas cosas internas estaríamos dispuestos a dejar que los demás las sepan y las vean y cuantas queremos permanezcan ocultas. Allí puedes sacar un balance. Que tantas cosas son de la Luz y cuantas son de la oscuridad.
Al abrir tus ojos, que cosas externas atraen tu mirada. Lo bueno o lo malo, la carne o el espíritu, la alegría o la tristeza, el bien o el mal. El segundo balance arrojará el resultado de tus inclinaciones y pasiones.
Finalmente, revisa en que inviertes tu tiempo. En dar o en recibir, en ayudar o en ser ayudado, en ignorar o escudriñar, en acercarte o alejarte, en involucrarte o en refugiarte. Finalmente, llega a determinar si la medida de lo que das afuera es mayor o menor de lo que das en tu familia, tu hogar tú vida personal.
Jesús vino con una mente puesta en su Padre, dispuesta a hacer su voluntad y a doblegarse ante toda circunstancia con tal de satisfacer y cumplir su plan.
Jesús miraba con ternura y piedad. Buscaba a los afligidos, enfermos, necesitados, pecadores, huérfanos, viudas, cojos, lisiados, esclavizados y abusados. Sus ojos respiraban compasión y misericordia.
Jesús actuó siempre como el hijo de Dios, en su nombre y no en el suyo propio. Actuó para servir, orar, levantar, fortificar, entregar, sanar, mitigar, ungir, comprender, perdonar, aliviar, dirigir, orientar y acercar a cada ser humano un paso más cerca a su Padre Celestial. Sus palabras estuvieron siempre de acuerdo con sus acciones. Jesús nos dejó el ejemplo del siervo útil, que comparte sus talentos con quienes los necesitan, para aumentarlos, fructificarlos y propagarlos para la Gloria de Dios. Jesús dejo huellas claras y precisas, no ambiguas o ambivalentes. Sus huellas abrieron caminos de apoyo, fuerza y alegría a quienes se encontraban atrapados en la oscuridad y la miseria humana. Jesús es el ejemplo de la Luz, la lámpara que no se apaga. Su bondad ilumina aun todavía la vida humana, invitándole a iluminar todo en la vida personal para que no queden dudas de que se vive para Dios, se actúa para Dios, se piensa para Dios y se respira y anhela a Dios en todo cada día de la existencia.
Sigue las huellas de Jesús sin demora alguna, para que cuando Cristo vuelva diga de ti: Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
Bendiciones
Mateo (25 14-30)