DISIPA LAS TINIEBLAS DE TU VIDA

Paz y bien hermanos

Cuando se camina sobre la nieve, como cuando se camina sobre un terreno inundado, se corre el riesgo de lastimarse porque la realidad del suelo está oculta.  Cuando hay neblina, o un fuerte torrencial, la visibilidad es poca o nula y moverse es peligroso, porque la realidad está oculta. 

De igual manera en la mente humana, el temor es como la nieve que evita ver la realidad y la mentira es como la neblina que la oculta, y la tristeza es como la tormenta que opaca la belleza humana. 

¿Eres consciente de quién eres y de lo que ocultas en tu realidad? ¿Son tus acciones transparentes en todo o son convenientes en algunos aspectos de la vida? ¿ayudas a otros en sus momentos difíciles y comprendes sus fracasos y derrotas sin juzgarles?

Jesus llega a nuestras vidas para disipar la neblina que oculta nuestra personalidad, para mostrarnos tal y como somos y ayudarnos a mejorar y humanizar nuestra vida. 

Para ello nos narra esta parábola: 

– «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: – «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.

Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó:

– «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».

Ella contestó: – «Ninguno, Señor».

Jesús dijo: – «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Que tu oración diaria te lleve a construir . un corazón puro y a evitar los juicios y las críticas.  Que la palabra de Dios disipe las tinieblas de tu mente y tu corazón y te guie hacia, el camino, la verdad, y la vida que es Cristo construyendo en ti una nueva persona.

Bendiciones.

Juan (8 1-11)